EL ORIGEN DE LA MÁQUINA DEL MAL
Cualquiera que se haya sacado el carné de conducir -o haya
ido a renovarlo- en España en los últimos treinta años ha tenido en sus manos
una de las máquinas que usan los centros de reconocimiento médico para el test
psicotécnico. Uno de esos instrumentos sacados de otra época con un monitor, un
par de botones y otro par de palancas con el que supuestamente demostramos que,
a priori, estamos aceptables para conducir una máquina de dos toneladas.
Llevan ahí años, lustros, décadas. El avance tecnológico no
parece tener apenas impacto en estas máquinas en un blanco roto tan noventavo
como icónico y vetusto. ¿Quién las puso ahí? ¿Quién las inventó? Ambas
preguntan responden al mismo hombre, el de un murciano de Totana que a los 22
años decidió cambiar por completo estos tests psicotécnicos: Fernando Ortiz. Su
efecto perdura hasta hoy.
"En un principio quise hacerlo mecánicamente, pero fue
un fracaso, así que acabé desarrollando un sistema totalmente electrónico. Yo
era el inventor, el socio industrial, y me junté con un socio inversor que
creyó en el tema y nos lanzamos a la aventura. Al final acabé creando mi propia
empresa con la ayuda de mi padre", recuerda Fernando.

"Nuestro fracaso comercial es que hay equipos que
llevan treinta años usándose y siguen funcionando como el primer día",
dice Fernando entre risas. "Aquí, de obsolescencia programada, nada".
Hoy, su empresa exporta equipos como el LND-100 a Argentina, Chile, Portugal,
Colombia, Polonia, Australia...
Su bajo precio y reducido tamaño contribuyó, según Fernando,
a que se creara empleo a través de los numerosos centros de reconocimiento
médico que se fueron abriendo desde su llegada al mercado.